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Ante la fascinación de imaginar el futuro y la certeza de una vida efímera que nos impide acceder a aquél, los seres huma- nos tenemos una propensión por intentar trascender nuestra época por medio de nuestras acciones, pensamiento y pala- bras. Ya sea a través de una serie de causalidades que nos ayuden a prever un panorama más o menos certero, o so- ñando con escenarios con un grado de enigma, todas las personas ocupamos buena parte de nuestro tiempo y energía en ese personaje misterioso que es el futuro. En cualquiera de los casos se trata de un ejercicio (muy elemental, tal vez) de prospectiva, donde generalmente coexisten nuestros miedos e inquietudes, pero también nuestro optimismo y esperanzas. Futurear es atrevernos a abordar este campo tan emocionante como necesario, sin importar nuestra área de incidencia, o nuestro papel en la sociedad.

Ante los hitos que han marcado el inicio de esta década, la prospectiva se ha posicionado en el centro del análisis inte- lectual y científico mundial actual. Los acontecimientos re- cientes en el contexto sanitario global no solo han agitado drásticamente el devenir histórico, sino que han puesto de manifiesto que, dado lo impredecible del futuro, es erróneo – y hasta arriesgado– confiar en tácticas empleadas exitosa- mente en el pasado. Esto nos deja en una posición de incer- tidumbre constante y creciente.

El mundo actual está conformado por entornos de interac- ción comunitaria, determinados por una gran diversidad de factores, sean geográficos, sociales, económicos o políticos. Cualquiera que sea la coyuntura en la que coexistan, las sociedades deben atender las necesidades de quienes las con- forman, sin importar su tamaño u otras características parti- culares. La ciudad, y todo lo que ésta implica, es uno de los mayores logros del ser humano como ente social, y su desa- rrollo uno de los mayores retos. Idear y proyectar cómo viviremos es una tarea fundamental.

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